Misael Chavoya
2022 pinta para ser otro año de incertidumbre laboral para miles de personas que trabajan en el sector público. No hay manera de acostumbrarse a ello. Desde su creación en 2016, la Secretaría de Cultura federal ha tenido diversos problemas estructurales; y uno de ellos es el que toca al reparto del presupuesto. Si bien los poco más de 15 mil millones de pesos resultan ser nada despreciables, de eso al INAH sólo le tocan 4 mil, de los que seguramente casi en su totalidad se destinarán a pago de salarios y renta de material informático… Pero para una institución tan gran de y compleja, ese dinero no es ni de chiste suficiente. Y al mismo tiempo resulta desconcertante que en un gobierno que se asume con perspectiva social, el sector cultural haya sido uno de los más golpeados por los recortes republicanos. Es imposible pensar en resultados positivos ante políticas de austeridad discrecional. Ah, pero eso sí: los sueldos de la secretaria de cultura y del director general del INAH son de más de cien mil pesos mensuales, ¿acaso ganan más que el presidente?
También este año es el centenario de la muerte de Ricardo Flores Magón, uno de los personajes más respetados y venerados por las izquierdas mexicanas. El gobierno federal no se quedó atrás y declaró 2022 como el año del “precursor” de la Revolución Mexicana. Este proceso de oficialización de la memoria y los personajes históricos debería ser materia de análisis, discusión y debate entre historiadoras e historiadores y debería estar en medios de comunicación; o quizá lo sea después, en textos académicos que de poco alcance… Probablemente el anarquismo mexicano no estará muy contento, y don Ricardo debe estar muy incómodo en su tumba, allá en la Rotonda de las personas ilustres.
A finales del año pasado, el Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, un centro CONACyT de educación superior que se maneja como escuelita de élite neoliberal, vivió un proceso complejo de cambio de director plagado de irregularidades, pero con el respaldo del gobierno federal. La reacción sus estudiantes fue la petición de destitución del personaje que quedó primero como interino y después designado definitivamente. Las protestas, la “toma” de instalaciones y el papel del gobierno federal llevaron a opinólogos de alto pedorraje a señalar una (imposible) comparación entre este movimiento y el de 1968. La cobertura mediática fue inusitada, quizá desmesurada, y lo que expuso públicamente fue que el ejercicio del poder de las más altas autoridades sigue estando por encima de las propias instituciones y su normativa interna. Pasemos pues, a platicar sobre estos temas.